La pesadilla del Diazepan.

Volver a Senegal.

    Mientras desayunamos con una pareja de jóvenes holandeses en Toubakouta (a una veintena de kilómetros de la frontera con la vecina Gambia), nos comentan éstos, lo amables que han sido con ellos en el paso fronterizo.
    - Las cosas parece que han cambiado y han puesto fin a la corrupción que siempre acompañó a este paso fronterizo.- Pienso.
    Un par de horas más tarde, sellamos la salida de Senegal y nos dirigimos a la caseta de inmigración de Gambia. Me quedo al cuidado de las bicicletas mientras Aurora tramita los visados. Nos tomamos con resignación el 50% extra que se cobran por la visa y con gracia, el intento de ligar del funcionario con la guiri de turno. Con el obligado documento en el pasaporte, cambiamos unos euros y nos disponemos a rodar por unos días por este pequeño país.
    En cuanto agarramos el manillar de nuestras bicicletas unos policías de paisano nos invitan a pasar con todo nuestro equipaje al interior de la comisaría. Comienza la pesadilla.
    Tras obviar todas las bolsas con ropa, herramientas, tienda de acampar... todas sus miradas se dirigen al pequeño botiquín en el que viajan nuestros inocuos medicamentos. De sus gestos de preocupación se vislumbra una ligera sonrisa cuando uno de ellos lee la palabra Diazepan.
    - ¿Dónde está la prescripción médica de este medicamento?-
    En décimas de segundo se vienen a mi cabeza decenas de crónicas viajeras en las que advertían del problema de ciertos medicamentos en algunos países africanos. - Eso nunca me puede pasar a mí. - Pensaba.
    Adivinando sus oscuras intenciones, trato de explicarles que el prospecto (escrito en castellano) es el papel que nos solicitan. Evidentemente la inocente idea no tiene el menor éxito. Comienza entonces el teatrillo en el que interpretan la gravedad del acto que acabamos de cometer. Y en un viejo cuadernillo nos muestran la palabra Diazepan entre las sustancias prohibidas en suelo Gambiano. Infructuosamente tratamos de explicarles que esas pastillas las llevamos para tomar en caso de que Aurora sufra alguno de sus habituales dolores de espalda.
    Cualquier tipo de explicación entra y sale de sus oídos y nos repiten hasta la saciedad que se trata de medicamentos prohibidos. Como una jauría de perros hambrientos ya tienen agarrada su presa. Los minutos se convierten en horas y lo que parecía un simple intento de soborno toma otras dimensiones.
    Viendo lo enrocada que está la situación, optamos por ponernos en contacto con el consulado español en Gambia. Hasta la fecha jamás habíamos viajado con teléfono móvil y agradecemos que en esta ocasión decidiéramos traerlo. Por suerte, a mí me permiten salir de comisaría y busco una tarjeta con la que poder llamar por teléfono.
    - El número al que llama no existe.-
    Por la zona no existe ningún cibercafé, ni por supuesto, ningún establecimiento con wi-fi donde consultar por el número de teléfono que buscamos. Recurro a los lugareños con la esperanza de que alguno tenga internet en su móvil.
    - La cobertura es muy mala y no es posible conectarse a la red. -
    Vuelvo a la comisaría en la que Aurora se encuentra sola rodeada de los agentes que elaboran un exhaustivo informe donde reflejan cómo Aurora Segurola ha sido sorprendida traficando con drogas.
    - Esto se está poniendo mucho más serio de lo esperado. -
    Han pasado más de seis horas y aunque no hemos probado bocado, el asfixiante calor nos obliga a beber gran cantidad de agua. Salgo de nuevo a la calle en busca de líquido y se me acerca un jóven que ha encontrado el ansiado número de teléfono. Al fin hablo por primera vez con el personal del consulado. Tras explicarles lo sucedido me comentan que el asunto está "complicadillo".
    A pesar de haber supuesto un pequeño alivio el hablar con la embajadora y saber que son conocedores de la situación, la palabra "complicadillo" tratándo de quitar hierro al asunto, no alberga grandes esperanzas.
    Aparece un nuevo policía a modo de traductor el cual entiende castellano  más que hablarlo (y que a la postre resultará el mayor capullo). Lejos de aclarar la situación (en inglés nos entendíamos) lo complica mucho más. Y de forma más incisiva  trata de que firmemos el dichoso documento y nos advierte que es la única forma de solventar la situación.
    Las horas siguen pasando y el sol empieza a descender. Intuimos que vamos a pasar la noche detenidos. Oteamos un posible lugar donde colocar la mosquitera, en el momento que deciden trasladarnos a otra comisaría.
    Con las últimas luces del día, llegamos a la comisaría de la decadente ciudad de Barra. Las dependencias policiales de la frontera parecían el paraíso comparado con las decrépitas instalaciones de la nueva comisaría. Por si fuera poco, hay apagón en la ciudad por lo que al sofocante calor del edificio se añade un nuevo interrogatorio por nuevos policías que ni tan siquiera vemos sus caras. De nuevo nos presionan para firmar, y nos advierten que no hacerlo implica la estancia de treinta días en prisión a espera de juicio. - La cosa pinta cada vez peor. -
    El saldo de la tarjeta telefónica toca a su fin por lo que no tendremos comunicación con el consulado hasta el día siguiente. Además, son más de las siete de la tarde y ya no hay ferry que cruce a Banjul (nuestro próximo y obligado destino). Irremediablemente pasaremos noche en la mugrienta comisaría de Barra.
    Afortunadamente contamos con material de acampada e instalamos mosquitera y esterillas junto a las pestilentes letrinas por las que campan a sus anchas "pequeños" roedores.
    Si el tiempo transcurre despacio durante el día, la incertidumbre de lo que acontecerá las siguientes horas, los siguientes días, las siguientes ... semanas??? hace que la primera noche en Gambia se convierta en la peor de las pesadillas. Para unirse al concierto, unos truenos nos recuerdan que las cosas pueden empeorar y a las cinco de la madrugada cae un fortísimo chaparrón. Recogemos el "campamento" y nos guarecemos como podemos bajo el pequeño porche del patio.
    Con las primera luces el amanecer, escampa la tormenta y decido salir en busca de saldo para el teléfono. Los primeros puestos callejeros empiezan a desperezarse y charqueando por la única calle de la ciudad encuentro algo parecido a un locutorio.
    - ¿Puedo llamar a España desde aquí? -
    Afortunadamente descuelgan al otro lado de la linea y tratando de desdramatizar la situación cuento lo ocurrido:
    - ¿??????????
    - Tenéis que conseguir el historial médico de Aurora, así como la prescripción médica del Diazepan y mandarlo a esta dirección. También, que Gobierno Vasco u otras instituciones se enteren de nuestra situación y en la medida de lo posible, medien en el caso. -
    Encuentro también una tarjeta y me pongo en comunicación de nuevo con el consulado. Nos comentan que nos van a cruzar a la capital y allí nos esperarán dos representantes diplomáticos españoles. - Uffff!!!-  Respiramos esperanzados.
    Efectivamente, después de veinticuatro horas, escoltados por un par de policías, cruzamos el río Gambia hasta Banjul. Allí nos conducen de nuevo hasta otra comisaría (esta vez la central). Recorriendo los pasillos de estas nuevas dependencias, buscamos con ansiedad ese par de caras blancas que nos ayuden a resolver esta situación. Por desgracia, todavía están en camino y de nuevo vuelve la pesadilla. De sala en sala escuchando el mismo mantra - Firmar el papel y todo resuelto-.
    Los minutos de espera se nos hacen infinitos y llamamos de nuevo al consulado.
    - Están de camino, pero importante: ¡no firméis nada! -
    Llevamos tiempo negándonos a firmar, pese a la presión a la que Aurora es constantemente sometida. Al fin, vemos entrar en comisaría dos personas que sin duda son nuestros "salvadores". Desconozco cómo debe sentirse un náufrago al ver tierra en el horizonte, pero sin duda, debe de ser algo parecido.
    - No os preocupéis! Ya tenemos todos los papeles (historial y prescripción) y ahora sólo es cuestión de dinero.
    - La única cifra que se ha barajado en todo este tiempo es de 250.000 dalasis (unos 5.000 euros)
    - ¿Cuánto dinero estaríais dispuestos a pagar por no pasar treinta días en una cárcel en Gambia?
    La pregunta no obtiene respuesta.
    Nos comentan que las "negociaciones" van por buen camino. No obstante, nos van a conducir a Serekunda (una cercana ciudad administrativa) donde todo se va a solucionar definitivamente. - Parece que se ve luz al final del túnel.-
    Muy a nuestro pesar, nuestros "salvadores" tienen una reunión urgente y no nos pueden acompañar, pero nos consuelan diciéndonos que ya está todo solucionado y nos vemos en un rato.
    Pero todavía no hemos despertado de la pesadilla y cuando finalmente llegamos a lo que podría ser algún Departamento de Interior... las cosas se complican de nuevo. Mientras nos hacen esperar en una sala, a nuestros oídos llegan los gritos en inglés refiriéndose a la spanish woman y al grave delito que ha cometido. - ¿Pero, esto no estaba solucionado? -
    Nuestro estado de ánimo viaja en una montaña rusa y de pronto está en el cielo, como cae de forma vertiginosa al vacío. Tras abrirse violentamente la puerta nos invitan a pasar  y como no, una vez más, a firmar la "sentencia de cárcel"
    - ¡ No firméis nada ! -
    Nos conducen de nuevo a Banjul y nos reunimos de nuevo con el personal diplomático. Siguen las negociaciones y al fin... después de advertirnos que un acto de esta magnitud no se puede volver a repetir... y tras treinta interminables horas, nos dejan en libertad.

EPÍLOGO:

    Puede haber quien piense, que todo este episodio se podría haber solucionado pagando en un primer momento una pequeña mordida. Es algo muy común en ciertos países con alta tasa de corrupción, como es el caso de Gambia. Pero el soborno también es delito y depende cómo se actúe pudiera haber complicado el caso. Además, de manera sutil también lo intentamos. La conclusión que sacamos tanto el personal diplomático como nosotros, fue que se trataba más de el interés personal de algún mando de la policía en intentar sumar galones, que el puramente económico.
    También sabemos, que algunas personas no entendieron que continuáramos viaje después de todo lo acontecido y lo podemos entender. Pero llevamos años viajando y es la primera vez (y esperamos también la última), que nos ocurre algo parecido y no queríamos, que una experiencia negativa empañara todas las sorpresas agradables que nos ha ofrecido viajar durante tanto tiempo.
    Por último, dar gracias a todas las personas que ayudaron a que esta pesadilla se quedara sólo en un mal sueño y que por expreso deseo de algunas de ellas no daremos sus nombres:
    + A todo el personal diplomático de Gambia y Senegal por su tacto y profesionalidad en tan delicado asunto.
    + A todo el personal que de forma tan rápida y coordinada actuó desde casa: personal del Gobierno Vasco; médica de Aurora; profesores de inglés que ayudaron en la traducción de los informes...
    + A toda la familia, por su ayuda y por aguantar el mal trago que les hicimos pasar.
    + Y por supuesto a Aurora, que sufrió en primera persona toda esta pesadilla y que si ya me había demostrado en sobradas ocasiones sus condiciones físicas... desconocía su fortaleza mental.
   ¡ A tod@s... un millón de gracias !


    No soy muy dado a creer en el destino, pero una vez de vuelta a casa nos enteramos de que Txuli, el jilguero que durante años había acompañado a los padres de Aurora, en un descuido de la madre de ésta, aprovechó para escapar de su pequeña cárcel el mismo día que Aurora era puesta en libertad.
    ¿ Casualidades del destino ? 
¡ Que cada uno piense lo que quiera !


Volver a Senegal.




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